Aquel puerto solo que me recibió una noche sin luna y sin estrellas, que me cantó con sus olas una canción de espuma, y enjugó las lágrimas de la distancia y el reencuentro. Aquel puerto solo que conoció mis diez años llenos de dudas y preguntas, que acunó en su mar mis tardes de nostalgias que acarició mis noches con el rugir de sus aguas. Aquel puerto solo es mi puerto de hoy, es el Madryn que me viste de mar y de cielo, que me retiene en sus entrañas y me acuna en su suelo, que me da caricias de arena y me cobija en la bruma, que me ató a su golfo y a sus estrellas una a una, que me quitó el acento para que hable su idioma, que me enseñó la poesía para quedar en la memoria de quienes vienen y se van y no saben contar su historia.