Él estaba sumiso en una pesadilla interminable. Trasnochaba en un laberinto de tristeza. Peró volvió a soñar con ella. Ella andaba a oscuras entre una ligera niebla. Siguió caminando para encontrarlo. De repente lo vislumbró sentado cerca de la orilla. ELLA. - Está ahí, sentado. Se acercó con sigilo y le tapó desde atrás los ojos con sus frías y aterciopeladas manos de porcelana. Él empezó a notar como el corazón volvía a latirle. Volvió a sentir la vida en un instante. Ahora notaba las lágrimas de sus mejillas. ELLA. - ¿Quién soy? Él. - No lo sé, ¿eres la muerte? ELLA. - Tan irónico como siempre chico. Soy yo, tonto. He venido a buscarte. Él. - Creía que te habías ido para siempre. Ella. - Sabía que estarías aquí pensando. Él. - He venido para ver el amanecer. Pero este lugar no es lo mismo sin ti. Ella. - Faltan horas para el amanecer. Él. - ¿Has venido por qué me quieres? Ella. - Te quiero como si éste fuera nuestro último amanecer - le susurró al oído. Ella sentía como las pestañas de él vibraban como mariposas entre sus manos. Apartó las manos de ella de sus ojos con suavidad y las posó sobre su cuello. La ternura y el cariño se deslizaron rozando su piel. Su pelo desprendía aroma a cítricos y a maracuyá, y él con parsimonia dominado por esa fuerza, se dejó llevar con la brisa fragante. Oían de fondo al mar y el sonido del chocar de las olas les hechizó. Sus emociones rehusaban todo mal. Se sintieron en una playa cálida y tropical de una isla solitaria donde las palmeras se desplegan en armonía en un viento tejido de constrastes. La suavidad se tornaba ardiente en sus labios llenos de color y en su sonrisa en forma de media luna. El tacto empezó a guiarles poco a poco. La mirada de ella reflejaba el cielo estrellado, acompañado de la luna llena en esta experiencia mágica. Bastó una profunda mirada para decir Te Quiero. Miró a su cielo y él recordó su última voluntad: que ella le abrazara por la mañana y le guiará de madrugada con su mirada. Él y ella, no había nadie más. Un sueño hecho realidad. La luna llena reflejaba la sombra de dos personas que se sienten uno junto a la otra. Él cogió prestada con ternura la mano de ella y dibujó con su dedo índice una rosa de estrellas en el cielo. Sus manos se fundieron en la constelación. Jugaron a soñar juntos: Observaban como los barcos se guíaban con una sola luz al horizonte. Reían al imaginar el mar lleno de estrellas sonrientes tapaditas con la mantita de su mamá la luna. El graznido de las gaviotas anunciaba el final del amanecer. El sol ya mostraba casi toda su energía desde el horizonte. Volvieron a mirarse por última vez en el alba y sintieron la paz con una caricia. -------------------------------------------------------------------------------------------------