La evolución y el progreso de la sociedad han hecho que la agricultura, ganadería y pesca dejen de ser el centro de la economía. En las sociedades avanzadas industrialmente la proporción de riqueza que deriva del sector primario es mínima, entre un 2 y un 7%. Ahora bien, es el factor esencial de todas las sociedades.
Podemos quedarnos sin ordenadores, sin automóviles, sin electrodomésticos, sin televisores, sin revistas del corazón, sin aeropuertos. Perderemos comodidades pero seguiremos sobreviviendo. Con todos los lujos que tengamos y con un funcionamiento perfecto de la Bolsa, si no hay alimentos moriríamos. Tendríamos todas las comodidades y caprichos del mundo, pero finiquito.
Las modificaciones que ha sufrido la agricultura y la producción animal hace que podamos replantear los fundamentos del capitalismo, de los cuales derivan las actuales medidas liberales en unos casos y proteccionistas, en otros, dentro de la economía de mercado. Las transformaciones del mundo rural provienen de los conocimientos científicos y sus aplicaciones técnicas. Las medidas políticas y económicas siempre quedan rezagadas al respecto. Tomar la iniciativa en este terreno hará que repercuta en el resto de la sociedad. El mundo campesino ha pasado de ser la población mayoritaria a convertirse en una minoría y cada vez en mayor retroceso.
Los postulados impuestos en la cumbre ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) celebrada en Seattle, EE.UU., a comienzos de Diciembre de 1.999 afectan de manera directa al sector primario de la economía leonesa, que supone el 9% de su PIB. La conocida como Ronda del Milenio pretende reorganizar el comercio mundial, propone como medida primordial desmantelar el sistema de ayudas y subvenciones, que son la base y el pilar sobre el que se desarrolla la Política Agraria Común (PAC) en Europa. Significarían tales medidas la desaparición de la ganadería y agricultura subsidiaria.
Los sectores de la agricultura en España, cuyo desarrollo depende del mercado, caso de frutas y hortalizas, se benefician de la moneda única, euro, en tanto y cuanto que los costes de las transacciones se ven disminuidos, así como los inconvenientes y riesgos que significaban las variaciones de los cambios de moneda. Sin embargo aquellos que dependen de las subvenciones, ganadería y cereales, se ven perjudicados al aumentar la competencia en un mercado interior globalizado. Lo cual se refuerza por la paulatina merma de ayudas de la U.E. a la actividad agraria.
Con la supresión de las subvenciones se quiere impulsar la competitividad y aumentar la oferta para vender más barato. Reducir los costes de producción significa para los trabajadores de la tierra más trabajo y menos poder adquisitivo, lo que reducirá el número de familias dedicadas a la agricultura y la ganadería. El problema añadido es que no se podrá exigir el abandono de tierras, ni incentivar, tampoco controlar, el excedente, cuya mercancía controlará simplemente el mercado.
Para la Organización Mundial del Comercio es una manera de lograr el acceso a los mercados agrícolas a los países en vías de desarrollo. Indica en su informe que se pretende diversificar la producción, sin aclarar en qué términos, lo que supone con la nueva tecnología agraria obligar a muchos sectores a integrarse en la estrategia de las multinacionales para utilizar las semillas transgénicas. Pretenden solucionar el problema de la pobreza rural de los países más pobres, pues sus condiciones de bajo coste les dará una mayor competitividad. No obstante es de sentido común que tal relación seguirá funcionando mientras que se mantenga ese límite de pobreza. Es decir se trata de llevar a la población rural de países en vías de desarrollo al límite de la pobreza, sin que se baje el nivel de vida, pero sin elevarlo.
Se crea una tasa de pobreza laboral, que se extiende también a otros sectores productivos, con la liberalización. Se abarata el consumo y se fomenta la dependencia a unos trabajos en los que se endurecen sus condiciones económicas. En los países ricos el campo se quiere reconvertir a la especulación urbanística con urbanizaciones y lugares de veraneos, desarrollando el sector servicios, reduciendo el sector agrícola al mínimo. La extensión de la pobreza laboral, hace que el campo se mecanice cada vez más y las industrias del sector, de todo tipo, logren mayores beneficios.
Entiendo que la compensación del mercado excedentario pude venir con la aportación de una Renta Básica, que permita bajar los precios a la medida del mercado, que debe asumir el excedente mediante una distribución mayor, o sea más barata. De otra manera tenemos que se han creado redes empresariales del campo que convierten la subvención en un negocio por sí mismas. Concretamente en España el 20% de los propietarios adquieren el 80% de las subvenciones.
Los quince mayores propietarios de terreno rústico en España reciben tanto como 15.000 pequeños propietarios de suelo agrario. Por eso los sindicatos agrarios que defienden las explotaciones familiares plantean la modulación de tales ayudas. Es decir el dinero que se aporta desde Europa repercuta en la producción y para quien trabaja las tierras, no para quienes son terratenientes y hacen plantaciones fantasmas, como se ha descubierto en las tramas del algodón, girasoles, etc, en lo que se ha venido a conocer como los “cazaprimas”.
Según Jose María Sumpsi critica las ayudas directas que provienen de la PAC. Sirven para apoyar a los agricultores a mantener ciertos productos, el problema es que para el lino, por ejemplo, no hubo un mercado real, de manera que la gestión de las ayudas estuvieron viciadas de principio por ofertarse por hectárea cultivada, en lugar de por Kgr. entregado, lo que solicitan los sindicatos y asociaciones de pequeños agricultores, con lo que se conoce como “modulación de las ayudas”.
Para este economista las ayudas directas de la PAC no se pueden mantener , al menos en su concepción y cuantía actual, entre otras cosas porque pervierte el mercado. Deben reconvertirse a actuaciones sobre el medio Ambiente, potenciar el paisaje rural y cuidar el territorio. Entiendo que la introducción de la renta básica permite regular el mercado y desviar las funciones de los pobladores rurales. La agricultura se diversifica y “ecologiza”, sin dejar de mantener un espacio para la producción masiva, pero en equilibrio con la agricultura que es comarcal y ecológica.
Las ayudas de la Política Agraria Común supuso en la provincia de León, durante el año 1.999 el 13´5% de la producción total agraria. Aunque la renta agraria ha subido no llega al umbral de rentabilidad, que se valora en casi el doble del Salario Mínimo, cuando ha sido durante el año indicado 1´39 veces dicho salario. Si bien es cierto que se hace la media con cada individuo dado de alta como trabajador agrario. En el campo cada unidad familiar ingresa como mínimo el matrimonio, o sea dos personas.
La situación, pues no es desesperada, y la despoblación responde más a un criterio de mentalidad personal y social, la cual hace que los pueblos carezcan de los servicios necesarios para potenciar la población, sanitarios y educativos, así como para desarrollar diversas oportunidades de trabajo o de inquietudes personales.
Ciñéndonos al aspecto económico, hay que analizar que en los orígenes de la Política Agraria Común, durante los años 50-60, tuvo como objetivo el autoabastecimiento para Europa. Cuando ya se hubo alcanzado y superado los sindicatos que representan a las explotaciones familiares reivindican que una segunda fase se oriente a potenciar alimentos seguros y de calidad.
La Renta Básica establecida individualmente es un factor que estabiliza las crisis de los mercados y asegura una temporada de malas cosechas, sin que afecten al mercado factores externos y extraños a la producción. Al mismo tiempo va a permitir un equilibrio con la productividad de los países en vías de desarrollo, para que puedan éstos dirigir sus productos a la población necesitada y no la mayor parte a la exportación, para sacar fondos para el Estado o a una parte privilegiada de su población. Si en algo puede incidir una renta básica es en la regulación del mercado internacional en favor directamente de la población del Tercer Mundo. Lo cual permitirá su autodesarrollo. Al mismo tiempo va a agilizar el mercado interior de los países desarrollados.
Vemos que en la economía del sector primario, en los países industrializados, la Renta Básica es una necesidad imperiosa, a consecuencia de la evolución de los medios de producción. No es otra cosa que adecuar las normas económicas a la realidad en el proceso de producción. De hecho existe, en forma de subvenciones. Lo que discutimos entonces es el cómo, de qué manera, contraponiendo las ayudas a la producción o a la limitación de ésta, para pasar a una aportación a la persona. De tal manera el mercado regula la función económica. La agricultura necesita quedar acorde con un mercado que tiene que recuperar su realidad, ante una función subsidiaria absolutamente fuera de toda lógica.
Los regadíos de Riaño fueron declarados de Interés general para la nación castellano-leonesa. Doce años después no se ha hecho nada de lo previsto, algo que se veía venir al comprobar como se cerró la presa, sin estar ni siquiera iniciado la canalización secundaria. Muchos de mis compañeros en la lucha contra que se realizara aquella farsa, con el tiempo son técnicos medioambientales e ingenieros agrónomos de la administración de la Junta de Castilla y León, y han podido comprobar el cinismo con el que se actuó.
Gracias a la lucha que conquistó a una gran parte de la opinión pública, y que el tiempo desmanteló todo argumento en favor de tales obras faraónicas para nada, sirvió de impulso para que se salvaran zonas amenazadas por grandes embalses, para cuya salvación se hubo de luchar con fuerza también ante el empecinamiento de la Administración. Tales como Omaña, Vidrieros, Itoiz. Sin embargo uno de los grandes problemas ecológicos es precisamente el regadío en sí mismo, como forma de sobreexplotación del suelo. Un estudio de la FASO, 1.992, comenta que 1/3 del suelo de León se ve amenazado de desertización, es decir pérdida de fertilidad, lo que exige reforestación, para fijar el suelo y evitar que el riego a manta lleve los nutrientes al subsuelo más profundo. Se encarece de esta manera la agricultura al depender de abonos y productos químicos cada vez más potentes.
El ingeniero agrónomo, Alberto González Escribano, que fue uno de los que organizó la resistencia de Riaño, y que aparece en fotos de los medios de comunicación perseguido por cargas policiales, realizó un trabajo científico, 12 de abril de 1.999, sobre las falacias referidas para justificar los regadíos de Riaño. En el mejor de los casos hubiera afectado a un máximo de 2.800 agricultores, cifra muy por debajo de los miles de agricultores que se manifestaron pensando que les iba a tocar una parcela en el paraíso. Constató cómo la mayoría de los propietarios doce años después del cierre no quieren la transformación, ya que no ven clara la rentabilidad de tal operación. Analiza como las grandes obras hidráulicas son rentables en los años 50 y 60 al vivir España en una economía de expansión, con una política de precios agrícolas altos y protegidos frente a las importaciones. Los regadíos resultaron rentables, al pagar el agricultor una pequeña parte de la obra. Sin embargo esta política autárquica fue vista como un error por el Banco Mundial y la FAO, que en un estudio sobre la agricultura española señalan que los agricultores deberían devolver la totalidad del coste de las obras, pues de otra forma la prosperidad rápida y fácil acabaría desapareciendo. Sin contar que nuevas normativas comunitarias exigen que los agricultores paguen el agua, para evitar que se desaproveche.
El desarrollismo agrario llevó a España en los años 70 a una catástrofe rural ecológica, de la que todavía se ha tomado muy poca conciencia de ella. A cuenta de ampliar y rentabilizar los regadíos se produjeron las concentraciones parcelarias. El paisaje campesino cambió drásticamente. Se quitaron los árboles, sebes y sotobosques que circundaban las tierras de cultivo, con las ventajas de lo que de ello se derivó, sin que se diera valor a criterios medioambientales. Se taparon arroyos y se desecaron pequeñas lagunas. Lo que afectó al pasó de las aves migratorias.
Curiosamente el factor humano que degradó el medio rural, desde el punto de vista ecológico, es el mismo al que es preciso acudir para mantener el medioambiente que aún queda. Jose Luis González, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de León, advierte que “hay una amenaza a medio plazo de degradación del medio rural con grandes consecuencias ecológicas y económicas, debido al envejecimiento de la población”.
La política de subvenciones a la productividad ha sido una agricultura ficción. En tales condiciones es prácticamente imposible recuperar la función del mercado. Lo que exige una reconversión de las ayudas públicas. Que pasen a ser individualizadas, como rentas básicas, y no a la producción, o a la no producción de excedente. Tal medida posibilita que se estratifiquen mercados de autoconsumo, en convivencia con otros comarcales, provinciales, nacionales e internacionales. Lo cual potencia el mundo rural y hará que el sector primario recupere su iniciativa y deje de ser una lastra económica.
Es necesario que mantenga un equilibrio con otras fuerzas económicas. Algo que apunta el economista estadounidense, Theodore William Schultz, premio Nobel de Ciencias Económicas en 1.979 compartido con su compatriota Arthur Lewis, cuando estudió la importancia de los recursos humanos en la agricultura, fundamentalmente en los países en vías de desarrollo, lo que hace que no adquieran dependencias de otras naciones más poderosas. Ambos economistas critican que se sacrifique la agricultura por el desarrollo industrial.
El medio rural adquiere un valor de cambio mediante el turismo rural o como objeto de consumo durante las vacaciones. Muchos se preguntarán, “¿cómo que no hay mercado? ¡pues no me cuestan los tomates o las uvas que compro para comer!”. Pero se trata de una oferta y demanda mediatizada. Se controla la producción, se evita la bajada de los precios y se mantiene una rentabilidad artificial. También se limitan las importaciones, por ejemplo de Europa respecto Marruecos o Egipto. Contra tal mecanismo se rebela EE.UU., sin admitir que hace otro tanto, pero de otra manera. Tal estado de cosas es consecuencia de que se incrementa la producción sin aumentar el trabajo, aplicando tecnologías cada vez más sofisticadas. Luego el beneficio debe orientarse en el abaratamiento del producto, lo que exige subvencionar al productor, o mediante recuperar la fuerza reguladora de la oferta y la demanda y garantizar la producción y el consumo, a través de la individualización de un mínimo monetario garantizado, la Renta Básica.
Lo que es indudable es que hay un espacio financiero para la Renta Básica, que depende de la optimización tecnológica. La aplicación de la técnica se traduce en paro y salarios míseros o como alternativa en rentas básicas. Esto implica que sin un nivel tecnológico adecuado no es posible tal medida y ésta tiene su punto de partida económico en el sector primario, en el mundo rural, lo que de añadido permite la fijación de población y el asentamiento de ésta. Se origina entonces un flujo de población parada o marginal urbana a los pueblos, que a su vez permite la descentralización de medios sanitarios, educativos y demás servicios.
La cuestión agroganadera queda claramente delimitada por el excedente y la aplicación cada vez más eficaz de la tecnología. Se abre un espacio, que debe formar su mercado propio con una producción agraria de tipo ecológica basada en el trabajo y la dedicación, pero que siempre será en el espacio que deje la otra manera masiva de producir. Lo cual depende en gran medida de los consumidores, pero que debido al alto coste y baja rentabilidad no será posible sin la aplicación de una renta básica, como mínimo al mundo rural, en el cual simplemente consiste en reorientar las ayudas que ya existen y que se comprueban ineficaces en una renta básica e incondicional, que se observa eficaz desde el punto de vista económico y social. Lo que supone la reestructuración del campo, en definitiva la perestroika del capitalismo en el mundo rural.