Creemos que el Poder es algo, a modo de una organización formada por personas que quieren controlar a los demás y aprovecharse de ellos para su propio beneficio. Definir en qué consiste el Poder es complejo y señalarlo más aún, a no ser que se simplifique en exceso. Además el Poder ha evolucionado, lo ha hecho con las nuevas tecnologías, también con la nueva mentalidad que cambia sobre la base de la misma evolución del Poder.
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Hay dos aspectos del Poder que debiéramos tener en cuenta, por un lado la psicología, de manera que podamos entender que el Poder siempre ha funcionado como una construcción psicológica que hace que una minoría acabe dominado a la mayor parte de la sociedad. Pero lo hace provocando la transformación de la conducta social y de la visión del mundo, es decir desde la misma conciencia del sujeto.
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Una vez que se moderniza el Poder deja de ser una cuestión de fuerza, en principio. Es necesario tener en cuenta el factor psicológico del Poder para entender cómo se ejerce. Cuando la Edad Media se transformó en la sociedad burguesa la herramienta de control es el dinero, se compra la voluntad de los políticos que acaban dependiendo de costosas campañas para presentar una máscara y coartada del Poder real. Estrategia que se extiende a los partidos políticas, sindicatos, prensa, representantes de asociaciones que cobran sus buenos sueldos por hacer una labor que es teatralizar la lucha, sobre todo en los medios de comunicación y casi nada en la calle. Hacen poses de lucha que de nada sirven y si se hace algo fuera de su control lo llaman radicalismo, antisistema, lo repiten quienes cobran de tres mil euros para arriba por defender los derechos de los trabajadores, la justicia y la igualdad social. Como dicen en mi pueblo el dinero muda la sangre del natural.
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Por otro lado asistimos a la tecnificación del Poder, mediante la cual ha conseguido que la psicología social sea la que forma la personalidad de una gran mayoría de ciudadanos, para que surja lo que Michael Foucault llama la capilaridad del Poder, desde la cual se ejerce el Poder y el control de la conciencia, como por ejemplo Leopoldo Alas Clarín cuenta, en su novela La Regenta, que hace el clero a través de la confesión, sobre todo influyendo en las mujeres, es lo que conforma el Poder provinciano de Vetusta. Pero en la actualidad ya no dirige el pensamiento, la conducta, sino que la forma, no se necesita que alguien la dirija, funciona por sí misma la sumisión.
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La sociedad de consumo, aunque desaparezca como modelo económico, queda como la sociedad del deseo, de manera que aunque los pobres carezcan de lo más mínimo su deseo es ser ricos, con lo cual les hace doblegarse a las medidas de enriquecimiento de otros porque han hecho que entren en su lógica, lo mismo sucede con las clases medias. De esta manera se explica la falta de reacción contra los abusos de las actuales medidas laborales y el arrinconamiento que sufren los parados, sin que se produzca una rebelión social, así como ante el expolio que se hace a muchas familias mediante embargos, reducción salarial, dedicar el dinero público a negocios particulares, etc. ante el amparo de la deuda, la sirve como excusa. Hay una respuesta intuitiva de colectivos y personas que salen a la calle, pero hace falta penetrar en la psicología del Poder o de lo contrario serán actos esporádicos sin lograr una trasformación real de la sociedad.
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Dos conclusiones:
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1.- La respuesta al Poder ya no funciona mediante organizaciones, sino a través de dinámicas, para lo que internet es un cauce necesario, hasta el punto de que se dejan de poner carteles y las movilizaciones surgen de manera masiva por encima de las expectativas de quienes las convocan, de una forma espontánea, como ya ha sucedido de una manera visible desde el 15 M el año 2011.
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2.- Es necesario el rearme moral de la lucha. Es imprescindible. Tanto la razón como la fuerza moral han sido impulsoras de las grandes revoluciones. Asistimos a una pasmosa falta de solidaridad, lo cual ha calado tanto que ya ni la echamos en falta. A cambio ejercemos la caridad delegando el apoyo a los demás en organizaciones que responden al problema urgente del pobre, pero haciendo que los pobres no dejen de serlo. Así de cruel es. Ni siquiera entra en el debate crítico lo que hace años se llamó el apoyo mutuo. Personas con grandes fortunas donan ingentes cantidades de dinero para alimentar la pobreza.
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Hay una lección de Mahatma Gandhi, quien armó moralmente al pueblo indio desde el pacifismo para lograr la independencia de la India. Lo hizo con practicas muy concretas y cotidianas, una de ellas fue rechazar la industria textil del imperio y hacer que las personas se hicieran su propio ropa, incluso la tela, lo cual ocupa mucho tiempo, pero es tiempo para pensar, para hilvanar las ideas, dijo. En esto hay un ejercicio concreto que debería plantearse por quienes forman parte de la sociedad que quiere luchar, por quienes quieren independizarse de los grandes capitales, para lo cual es necesario empezar por una acción muy sencilla: rechazar el servicio doméstico obligado por la necesidad de quien lo ejerce.
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Que alguien haga el trabajo del hogar de otra persona es una aberración que se ha normalizado en nuestra sociedad, porque nadie hace el trabajo de su casa a la persona que limpia y que hace otras tareas domésticas en hogares ajenos al suyo. No sólo se forma una cadena de explotación, sino que es una manera de aplicar psicológicamente el Poder. Rechazar el trabajo doméstico impuesto a quienes carecen de recursos para vivir tendrá dos efectos, por un lado permitirá hacer las tareas del hogar a todos, lo que llevará a pensar desde un ritmo lento y cotidiano. Cuando las personas adineradas y los políticos se hagan ellos la cama, el desayuno, frieguen los platos pensarán de otra manera. La clase media dejará de ejercer el poder en la base de la sociedad, en la capilaridad, sobre otras personas y dejará de pensar que su tarea es más importante que la que contrata, lo que hace que tenga más poder, no sólo adquisitivo, sino sobre otra persona.
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La acción concreta es un átomo que forma la organización social. Hacer las tares propias del hogar facilitaría el reparto del empleo y además se establecería una relación concreta con el mundo real, el de las personas y no el que define el Poder a través de la organización del trabajo. Puede que no se pueda hacer mucho a este respecto desde un punto de vista político y social, pero planteárnoslo, pensar en esta posibilidad afecta tremendamente a la psicología del Poder.
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Imaginemos que las familias que llevan dos sueldos a casa exigieran que la mitad de uno de los dos salarios fuese a hogares sin sueldo y a las empleadas del hogar para que puedan dejar de trabajar en una casa ajena y hacer otras labores artísticas, productivas fuera un mercado laboral saturado hasta la saciedad, no cabe duda de que rompería los esquemas del Poder.
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Es la única manera de actuar contra lo que nos domina y sin embargo a muchos les parece una tontería, algo que no tiene sentido, ¿por qué?, porque es una cuestión que tiene mucho que ver con la psicología del Poder aplicada para hacernos ver el mundo y la vida como interesa al sistema productivo que dominan y diseñan los dueños del dinero, el Poder actual. Vale.
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