Estoy harto de escuchar esta pregunta cínica e hipócrita, ¿dónde está la crisis?. Sobre todo porque tiene un deje rancio y sórdido que recuerda a las bondadosas masas siempre en silencio de otros tiempos. Cuando se ven los bares llenos, que hay que pedir reservas en los restaurantes, cuando hay que sacar los billetes de tren o autobús con antelación o no hay plazas, he oído decir en alto más de una vez la pregunta dicha.
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No es baladí, refleja cierta sorna en un sentido que refleja un sadismo camuflado en ser buen ciudadano. Es en este fondo en el que hay que rebuscar la falta de solidaridad con el fin de descubrir el hecho de que la gente no proteste suficientemente o salga a la calle sólo porque le han bajado el sueldo o le han quitado una paga, pero no hacen nada por quienes carecen del mínimo para vivir. Una gran parte de la población con empleo no exige que el descuento salarial ante la falta de liquidez del gobierno se dé a los parados sin prestaciones, cuando ya pasan de los tres millones de personas.
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Hay que seguir el rastro de lo que se dice en una sociedad, tal y como Freud estudió los lapsus y los sueños para llegar al subconsciente y poderlo entender. Busquemos el inconsciente social porque nos da pistas sobre lo que está sucediendo, pues es necesario aflorar esa mentalidad profunda, hacerla visible para comprender la falta de reacción a esta crisis. Una reacción que convierte los actos de protesta en folclore y sobre todo porque refuerzan al poder al no salir de su mentalidad, me refiero especialmente a seguir pidiendo que se cree empleo. Lo cual forma parte del sadismo social.
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Dice la buena gente, lo he oído también, que se muevan los parados, señala a los parados diciendo que no hacen nada. ¿Dónde están los millones de parados en las manifestaciones?, ¿por qué no se movilizan?. En primer lugar ya lo han hecho, sin tener el apoyo de organizaciones sociales mayoritarias y las demás de una manera mínima, pero es cierto que sin una gran participación de parados. La pregunta es ¿por qué pasa esto?. El parado es a la economía lo que un herido en la guerra, carece de capacidad de acción, lo cual sucede en dos sentidos, uno es la desmoralización mórbida, la depresión vital que sufre en una gran parte de casos. Y otra que está atrapado en su quehacer cotidiano, ayuda en la familia, cuida a sus mayores, no deja de hacer recados por pura supervivencia y no puede salir de esa espiral absorbente para hacer otro tipo de actividades. La vida carece de horario para él, su mundo le encierra, se convierte en una cárcel. Algo que quien no haya estado en paro largo tiempo no puede ni imaginar.
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Otra cuestión es la falsa red de ayudas que hace que cuando un parado pide auxilio a alguien que puede darla, la contestación suele ser que tiene muchos gastos, pagar la hipoteca, las letras del coche, o que tiene que atender a sus hijos, si los tiene, o si no que tiene muchos gastos añadidos, y la respuesta suele ser indicar a quien pide ayuda que vaya a Cáritas que ahí te resuelven todo, o a las instituciones sociales. Esta organización social de ayuda y otras son pura propaganda y sobre todo una farsa, absorbe el dinero que no se da a quienes atiende, sino tras un largo rodaje del mismo. Si el dinero que se da a las organizaciones de caridad se diera a los pobres no habría pobres. Pero en los medios de comunicación se hace propaganda del banco de alimentos, de organizaciones de caridad religiosa o laica, como la Cruz Roja. Desde la hipocresía social hace falta contener la pobreza, pero no resolverla, porque es un fundamento de este modelo económico. Forma parte del sadismo e hipocresía social.
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La lucha colectiva no es para resolver cuestiones personales, sino por conseguir una sociedad más justa. Sin solidaridad no hay capacidad de dar una respuesta, sino que ésta se asfixia en la defensa de intereses particulares que acaban confundiendo los derechos, de todos, en privilegios de unos cuantos.
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Cuando se ven los bares con gente, se quiere demostrar que se sigue consumiendo, lo cual es porque hay una estructura del Estado que mantiene a un 40% de la población, pase lo que pase. Son funcionarios, políticos profesionales, empleados de grandes negocios y pequeños empresarios con una red básica de empleo a su alrededor. Si tenemos en cuenta que un 81% de los funcionarios está emparejado con una persona que también trabaja para la función pública se crea un sector social que sigue viajando, que sigue cenando fuera y gastando. También de momento los jubilados tienen asegurada una cantidad de dinero mensual. Lo curioso es que el sector sin medios para sobrevivir le da lo mismo que haya crisis que no. El problema que se identifica con la palabra crisis es que se ha extendido el drama, un drama que tiene cifras, los suicidios que han aumentado durante la pérdida de esperanza.
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La negación de la crisis con expresiones despectivas y crear falsas esperanzas de que todo pasará, cuando sabemos que no es cierto, se sabe que no es posible crear empleo, pero se marea la perdiz, es un fenómeno que se repite y que siempre ha acompañado a los grandes desastres desde la masa social de una parte de la sociedad que vive complacientemente. Cuando la dictadura militar de Franco mucha gente decía que en España se vivía bien, que el país progresó, se compraron pisos de protección oficial y coche, y que se podía dejar el automóvil abierto sin que pasara nada, que quien no se metiera en líos vivía bien. El problema de la libertad no existió para muchos porque se conformaron con seguir la corriente al régimen y ver un peligro en quienes impulsaron las huelgas, las protestas, quienes repartían folletos críticos con el Régimen. Quienes empujaron realmente para que llegara la democracia en la que luego todos se asentaron se les tildó de agitadores, de inadaptados. Lo mismo en memorias de quienes vivieron el horror nazi, hasta que empezaron a llegar los bombardeos a Alemania, nadie creyó en los horrores de la guerra, nadie supo o no quiso saber sobre el exterminio de los judíos, de los gitanos, de los comunistas, nadie se preocupó de saber de la represión brutal, muchos ciudadanos honestos vivieron con un buen nivel de vida, pensaron que quienes sufrieron las consecuencias fue porque se lo merecieron. Y que para ellos vivir bien había que tener mano dura.
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Este es el mismo esquema que funciona hoy, en relación a los parados, en relación a la pobreza de dentro del país y de otros países, a los que cuando interesa a los grandes capitales organizados en Estados se les asalta con las tecnologías más avanzadas para la guerra. Hay crisis, pero las grandes fortunas han aumentado su capital un 50%. ¿Dónde está la crisis?. Para saberlo hay que preguntar previamente ¿dónde está el dinero? y es en donde está el dinero donde aparece la crisis que afecta a los pobres, porque la pobreza no es como consecuencia de la crisis, sino que sucede como resultado de la injusticia social, pues antes de que comenzase la crisis empezó a aumentar la pobreza considerablemente, es decir los efectos más dramáticos de la crisis son fundamentalmente debidos a la desigualdad, inflada por el cinismo de una gran mayoría de quienes están acomodados y a los que representa una grandísima parte de los políticos profesionales.